En el ajetreo diario de la calle 19 de Mayo, a un costado de la terminal de Ómnibus Nacionales, en La Habana, Maribel espera su turno. La rutina la repite ocho veces al día. Es chofer de uno de los 23 triciclos eléctricos, manejados solo por mujeres, que comenzaron a transportar pasajeros el pasado 20 de octubre en la capital, como parte de un proyecto de mitigación del cambio climático, auspiciado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Cuba, y el Programa de Pequeñas Donaciones, del Fondo para el Medio Ambiente Mundial.
Un mes después, Maribel Tejeda Díaz cuenta que “le gusta trabajar con público, estar en el ritmo de la calle y oír las opiniones de la gente”. A sus 53 años, dice que las personas se preguntan por qué los vehículos son conducidos por mujeres. Entre risas que le delatan el orgullo, responde que es más atractivo verlas manejando a ellas, y mueve las manos en el aire como si agarrara el timón. Dice también que así lo pidió el PNUD.
–¿Cuál es la ruta? –pregunta un cliente.
–Tenemos dos rutas, una de la terminal de ferrocarriles al hospital “Hermanos Ameijeiras”. Y esta, que va desde aquí hasta la terminal de trenes. Bajamos por Ayestarán, en Carlos III cogemos derecha, después izquierda en Hospital hasta Zanja, todo Zanja hasta Galiano, y buscamos Parque El Curita, de la Fraternidad, hasta Prado, y después derecha rumbo a la calle Cienfuegos hasta la terminal de trenes. El recorrido cuesta cuatro pesos en moneda nacional –responde y arranca el triciclo, de una capacidad de seis pasajeros.
Maribel afirma que no tienen que esperar a llenar el vehículo. Con un cliente, acelera y anda. Viste con pantalón de mezclilla; tenis, casco y riñonera negros. Lleva también una enguatada para protegerse del sol, cual gaje de un oficio en el que lleva 20 años. Encima, un pulover de Ecotaxi, como se le conoce a los triciclos, identificados por un cartel en ambos costados en el que se lee: “100% ecológico. Cero emisión”.
No obstante, Maribel comenta que “aún se gasta electricidad porque, por ahora, no se están utilizando los paneles solares, pero de cualquier manera los vehículos no funcionan por combustible, lo cual es positivo para el medio ambiente”.
–¡Arriba, terminal de trenes, cuatro pesos! Vamos, que cuatro pesos cuestan un platanito y una jabita, y por un platanito y una jabita lo llevamos hasta La Habana Vieja –pregona una de las taxistas. Lairén Díaz Villa se ríe. No demorará diez minutos esperando su turno. En ese tiempo le dice a otra chofer que su hija se examinó de piano, que la amortiguación del triciclo no es buena, también se fuma un cigarro y sugiere ampliar la ruta hacia los hospitales porque “así ayudaríamos más a la población y habría mayor demanda”.
Cuenta que el trabajo en los Ecotaxis es agotador “porque las calles están muy malas, el respeto vial es escaso y tienes que estar concentrada en el botero, el biclicletero, las motos eléctricas, el peatón, las guaguas, el perrito, la abuelita con el bastón. Ah, y no hacerle caso a las ofensas que te dicen… ¡por ser mujer y manejar!”.
Es viernes. 9:14 de la mañana, y Lairén habla de los baches en su ruta, como mismo los maldice todos los días que trabaja. Gretel Abadía, especialista en Gestión Comercial de la Agencia 9 de la Empresa Taxis Cuba, a donde pertenecen los Ecotaxis, comenta que “existe un documento con todos los baches de las rutas a ver si Viales puede arreglar las calles porque están en muy mal estado”.
Mientras conduce por Zanja, Lairén dice: “En esta calle tienes que ir siempre por la izquierda, sin embargo hay uno de los huecos en la vía que yo le digo ‘el inevitable’, y al final, el resultado es que se acorta la vida útil del vehículo”.
Del espejo retrovisor cuelga un rosario. En el Parque de la Fraternidad baja una pasajera. “Que tengas buen día”, le dice Lairén y la muchacha sonríe. Quizás por el asombro de que las cosas esenciales andan vagando por las calles y es raro tropezarse con ellas. Sin embargo, existen.
Cuando estaciona el triciclo frente a la terminal de ferrocarriles, la taxista señala que manejar por Centro Habana y La Habana Vieja es complejo porque hay muchas personas en las calles. Dice también que “todos los vehículos en el país debieran ser eléctricos para ayudar al medio ambiente. Además, este es un proyecto muy interesante y novedoso, que beneficia a una ciudad con muchísima población, como la capital, y contribuye a disminuir la emisión de gases tóxicos a la atmósfera”.
De regreso a la terminal de ómnibus recorrerá 4,5 kilómetros y demorará 20 minutos. Lairén repetirá el trayecto hasta completar ocho vueltas diarias. Después llegará a la casa y estudiará música con su hija de nueve años. Si queda, tomará café, un vicio tan arraigado en ella como manejar su Ecotaxi. Y como vicio al fin, al día siguiente, volverá al timón.